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miércoles, 26 de diciembre de 2012

Cuarta Temporada - Capítulo 5

Diciembre 25

Era una noche fría en diciembre veinticuatro,
dormía el escritorio de un escritor de teatro;
cuadernos, notas, libros, en sueño persistente
no vieron la amargura de aquella pluma fuente.

Porque a Lamy Von Zählen, tanta festividad
siempre le molestaba en cada navidad.

“No sé por qué celebran” decía con enojo,
“son sólo lucecitas y un gordo en traje rojo,
los árboles de plástico son para subnormales,
y va contranatura cortar los naturales”,
tales eran las quejas de aquella pluma fuente,
“así le muestro a todos que soy inteligente”.

Su joven escritor, cansado de la mano…
por tanto que escribía, pedía irse temprano;
pero Lamy Von Zählen, patrona intransigente
le pidió más trabajo para el día siguiente.

“Pero Pluma” rogaba, “¡es que hoy es Noche Buena!”,
“¡Pamplinas!” dijo Lamy, “si quieres vete y cena,
pero esta misma noche más páginas termina”.
“Es como si tuvieras arena en la...” “¡Camina!”
lo fustigó la Pluma sin tiento y sin piedad
y envió al pobre escritor tarea en Navidad.

Así entre su amargura, Lamy siguió la noche…
¿y qué rima con noche?, pues sí, ya sé que coche
mas siempre ponen ésa… también ponen derroche…
si nadie sabe qué es, no puedo poner soche…
¡tengo una! mas no sé a qué va el huitlacoche,
y creo que entraría forzado el escamoche…
mejor seguir el cuento, me vale ya pitoche
si alguno, por las rimas, tuviera algún reproche…
Lamy siguió amargada hasta la medianoche
con su actitud atea de intelectual fantoche.

Y ahí ocurrió el milagro, que entró por la ventana
un aire del ayer, del hoy y del mañana.
Justo cuando la Pluma sentía estar dormida
toda su antipatía le fue interrumpida,
pues un cierto espejismo, más bien una visión
le despertó del todo causándole impresión.
Era una pluma antigua, de águila, con tinta,
cuya raza y especie, Lamy creía extinta.

“¿Quién eres tú y qué haces aquí en mi escritorio?”,
le preguntó Von Zählen con tono perentorio,
“Lamy, yo soy la Pluma de Antiguas Navidades,
y he venido a mostrarte a ti en tus mocedades,
agárrate de mí, daremos un paseo”,
y Lamy se agarró “a ver qué cosas veo”.

La Vieja Pluma entonces cargó tinta, tosió,
y quiso hacer un trazo pero se le olvidó;
después de un par de intentos lo pudo recordar
y Pluma y Vieja Pluma se fueron a viajar.

Viajaron un par de años atrás en el pasado
(pues sí, ¿hacia dónde más?, no queda en otro lado),
viajaron al pasado y vieron una tienda
(una de tres buhitos, pa’aquél que así me entienda).

“¿Recuerdas este sitio?” le dijo Vieja Pluma,
“¡Sí, claro!, en la sección de la gente que fuma
tenía yo mi estuche en un aparador”,
“pues hace un par de años llegó el Escritor
que por la Navidad pidió como presente
tener de compañera a una pluma fuente.”

Lamy se vio a sí misma cuando era nuevecita,
pensó que desde entonces no hubo palabra escrita
que ella y el autor no hicieran en conjunto,
“oh, sabia y vieja Pluma, entiendo ya tu punto,
fue por la Navidad que yo fui requerida”
pero la Vieja Pluma estaba ya dormida.

Lamy la despertó, volvieron al presente,
ahí las esperaba ya otra pluma fuente.

“Yo soy la Pluma Espíritu de esta Navidad,
y esto es lo que ha causado tanta amargosidad.”

Dejaron a la Pluma de águila chocheando
y viajaron a ver al Escritor cenando,
el pobre no comía, devoraba, ¡tragaba!,
“debo comer de prisa que el tiempo se me acaba”.

La otra pluma fuente (a Lamy parecida)
le dijo “aquel que escribe debe vivir la vida,
no todo es trabajar, leer y ser mamón,
a veces debe haber cierta satisfacción;
por ser Pluma amargada y adicta a tu trabajo
le estás causando al pobre una noche del carajo.”

“Entiendo a la otra Pluma y cuál era el mensaje
pero ¿pa’ qué chingados hicimos este viaje?”

La Pluma… la otra Pluma no quiso dar respuesta
y volando sacó a Lamy de la fiesta.
Mas en el escritorio una tercera pluma
las esperaba envuelta en una oscura bruma,
una pluma sin tinta, sin cartucho y sin tapa,
con láser en la punta y envuelta en una capa.

“Ella es” dijo la Pluma “la Pluma del futuro
y va a mostrarte si éste es claro o es oscuro.”

La Pluma Futurista, siniestra y muy callada,
cubrió a Lamy en su niebla que no dejó ver nada.
Cuando se dispersó, fue bastante notorio
que la había llevado al mismo escritorio,
pero en él ya no estaban las clásicas comedias,
había tomos nuevos de premiadas tragedias,
revistas de la crítica, textos contemporáneos,
y ensayos de teoría de escritores foráneos.

“¿Qué es esto?” dijo Lamy, “¿en dónde hemos parado?”
y entonces se dio cuenta qué es lo que había pasado
pues un texto yacía inmóvil y a la vista
con título (sin duda) que era posmodernista.
Buscó en el archivero y en la computadora,
y todo estaba escrito como se escribe ahora.

“No, ¡no! ¿Qué nos pasó?” dijo desesperada,
“¿después para estas cosas yo voy a ser usada?”
La Pluma Futurista negó de forma lenta
y señaló una caja polvosa y cenicienta:
yacía en lo más alto de un viejo librero,
ella, Lamy, en su estuche de aspecto lastimero.

“Ya nadie escribe a pluma” pensó Lamy asustada,
“por la computadora voy a ser remplazada.”

Después vio el calendario, marcaba Navidad
mas no vio seña alguna de la festividad,
el Escritor leía a solas en su cama,
nada en él era alegre, ni siquiera el pijama;
“la Navidad es tonta” gruñó en una pausa,
“es una fiesta antigua sin gusto, fin ni causa;
es fiesta religiosa y yo soy un ateo,
yo creo en el hombre… y a veces ya ni creo”.

“Se ha vuelto posmoderno” Lamy se horrorizó,
“¡Oh, Pluma del Futuro, no quiero esto! ¡No!”
La Pluma del futuro de nuevo se hizo bruma,
y ahora al dispersarse, sólo quedaba Pluma.

Lamy miró el reloj, medianoche indicaba,
y entonces preguntó a un clip que ahí pasaba,
“¡pequeño clip!, ¿tú sabes qué día es hoy, verdad?”
“¿Qué día, señora? Pues el día de Navidad.”

Lamy lo celebró y fue a abrazar al cli’
(usté disculpará la rima que hice aquí).

Cuando volvió angustiado y aprisa el Escritor
se halló con su escritorio envuelto en un clamor,
una fiesta de lápices, cuadernos y papeles
y post-its amarillos sirviendo de manteles
que Lamy organizó para conmemorar
que ese día había algo que celebrar.

“Si tú no crees en nada” le dijo el Escritor,
“si creo, y en mí misma, y eso es mucho mejor”.
Y a todo el Escritorio les dijo con orgullo:
“armamos el jaleo, la fiesta y el barullo,
porque un día como hoy, yo, Lamy, fui comprada,
y dicha adquisición debe ser celebrada”.

Y así Lamy entendió (y todo el Escritorio)
que en estas fechas hay un mensaje notorio:
que no importa creer cuando hay que celebrar,
motivo es de beber, comer y regalar.
Y la fiesta mejor siempre será en verdad
aquella con regalos como es la Navidad.


fin

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